Empezamos el Adviento. Y lo empezamos con el llamado lenguaje apocalíptico que lo entendemos frecuentemente desde una mirada catastrofista. Sin embargo, el apocalipsis quiere decir lo contrario, significa “levantar el velo”, es decir revelar lo que está oculto. Algo que necesitamos urgentemente.
Tres “invitaciones contundentes” nos ayudan a “levantar el velo”: cultivad la esperanza, estad alertas, levantad la cabeza. Tres invitaciones que llevan en sí mismas un modo muy concreto y preciso de vida: confianza contra toda evidencia del mal; vigilia frente a toda tentación de indiferencia; dignidad frente a toda alternativa de miedo y violencia. O lo que podríamos resumir en “atreveos a vivir la ternura de Dios” que siempre nos muestra la cara oculta del bien, en señales claras de vuestra propia historia. Señales acuñadas por los derechos humanos alcanzados; por la sensibilidad ante la paz y la justicia, por la solidaridad espontánea ante la necesidad ajena; por el lenguaje humanizador…
Nos esperan cuatro semanas preciosas y, al mismo tiempo, duras y difíciles porque no es fácil apostar por la confianza y menos fácil decidir soluciones reales a los problemas reales. Pero ese es el camino hacia Belén. Esa es la ruta que Dios, revelado en los pobres del mundo, nos señala con un GPS inconfundible, el de la responsabilidad por el prójimo.
Buen Adviento. Ajustemos nuestro GPS vital a la brújula del amor de Dios, liberador, salvador, compañero de camino, hijo y hermano como nos dice nuestro hermano Pedro Casaldáliga.
Aniuska Aponte @aniuska_aponte